Desde sus orígenes, el ser humano
ha tratado de explicarse la realidad y los acontecimientos trascendentales que
en ella tienen lugar como la vida, la muerte o la enfermedad. Las primeras
civilizaciones y culturas humanas basaron su práctica médica en dos pilares
aparentemente opuestos: un empirismo primitivo y de carácter pragmático
(aplicado fundamentalmente al uso de hierbas o remedios obtenidos de la
naturaleza) y una medicina mágico-religiosa, que recurrió a los dioses para
intentar comprender lo inexplicable. ConAlcmeón de Crotona, en el año 500 a.
C., se dio inicio a una etapa basada en la tekhné (‘técnica’), definida por la
convicción de que la enfermedad se originaba por una serie de fenómenos
naturales susceptibles de ser modificados o revertidos. Ese fue el germen de la
medicina moderna, aunque a lo largo de los siguientes dos milenios surgirán
otras muchas corrientes (mecanicismo, vitalismo...) y se incorporarán modelos
médicos procedentes de otras culturas con una larga tradición médica, como la china.
A finales del siglo XIX, los
médicos franceses Bérard y Gubler resumían el papel de la medicina hasta ese
momento: «Curar pocas veces, aliviar a menudo, consolar siempre
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